Un error no te define.

¿TUS PADRES SON PASTORES?
¿Naciste en una familia cristiana? Si tu respuesta fue «si» a alguna de estas interrogantes, continúa leyendo, porque tengo algunas palabras para ti.
Si en algún momento de tu vida tuviste pensamientos como: «¿Por qué me tocó vivir en esta familia?», «Yo hubiese preferido que mis padres no fueran pastores», «¿Por qué tenemos que ser cristianos?» ..No te sientas mal; no eres el único debido a que yo también lo he pensado.
Muchas veces me pregunté por qué mi papá no era un miembro normal en la iglesia, sin tantos compromisos y personas a su cargo. Tanto así, que quería que se acabaran las limitantes por ser parte de la familia pastoral. Pero no vayas a creer que digo todo esto para que salgas corriendo y te rebeles. Quédate quieto, que esto recién empieza. Como es bien sabido, la adolescencia es la época más difícil del ser humano. Empiezas a descubrir emociones que desconclas y quieres experimentar ciertas cosas.
La mayoría del tiempo estuve envuelta en todo lo de la iglesia, pero no la amaba, no la sentía parte de mí en cierta temporada. Cumplía con las instrucciones por mostrar obediencia a mis padres y, aunque no voy a negar que el temor a Jehová siempre estuvo en mi corazón, me faltaba la pasión por Él, no había dado el paso de fe. Asi que pasé por ese periodo de frialdad, porque lo que quería era estar involucrada en eso que nos gustaba a los jóvenes: salir de paseo, seguir celebridades de manera obsesiva, copiar lo que los demás hacían, realizar las actividades de la escuela, entre otros.
No tomé decisiones negativas, como, por ejemplo, escaparme de clases o mentirles a mis padres.
Simplemente, en ese momento, «lo de Dios» no era prioridad en mi vida.
En esa etapa, pensé varias veces que el hecho de vivir todos los días con un pastor me abrumaba, ya que todo a mi alrededor era la iglesia. El enamoramiento llego, como es normal, y con ello lo que la mayoría de los adolescentes quiere experimentar las maripositas en el estomago, ojitos brillantes, palabras bonitas, poemas y regalitos. En la travesia cometi un error que, aunque no fue algo para llevarme a la horca o cruciicarme, sentí que había decepcionado a mis padres. Me enamoré de un chico cuando tenía unos trece o catorce años. Era mi primer noviecito escondido. En ese amorío de niños, nos dimos muestras de afecto en un lugar muy público, por lo que varias personas nos vieron y les transmitieron el mensaje a mis padres. Sabía que lo que había hecho no estaba bien visto, además de que a esa edad no tenemos la madurez suficiente para tener una relación. Ciertamente, no estamos exentos de tener sentimientos por alguien, pero lo mejor es no pasarnos de la raya y conversar de esos sentimientos con nuestros progenitores.
Ese día en la cena, no quise comer. Estaba muy asustada pensando en lo que dirían mis padres cuando se enteraran de lo acontecido en la tarde.
Además de tener el temor de Dios en mi corazón, uno de mis mayores miedos era decepcionarlos.
Pues así pasó y con ello descubrí lo malo que puede ser que el hijo de un pastor cometa una equivocación.
¿Has hecho algo de lo que te arrepientes? ¿Te sientes angustiado por ese error que te persigue?
Ahora que lo recuerdo, me sentía igual y pienso que no fue para tanto, pero a esa edad lo que elás me costó fue enfrentar las murmuraciones. La gente decía que yo era una mala influencia. Las personas siempre exagerarán, contarán la historia y dirán cosas adicionales, te harán sentir más culpable de lo que ya podrías sentirte. Es bueno que sepas que nada de lo que hayas hecho te define ni es el final de tu historia. Todo esto es solo parte de los tropiezos que debemos pasar para conseguir el propósito de Dios en nosotros.


RECONOCIENDO EL PROPÓSITO
Al principio te hice algunas preguntas y estoy segura de que respondiste todas o unas cuantas de manera afirmativa, pero verifica si te has preguntado lo siguiente:
¿Por qué Dios permite lo que pasa en tu vida?
¿Cuál es el propósito?
De hecho, no sabía cuál era el propósito de haber nacido en un hogar cristiano, no lo cuestioné nunca, pero tampoco lo analizaba. El libro Una Vida con Propósito", escrito por Rick Warren
(2003), en el día número dos habla de que no somos un accidente, que todo estaba friamente calculado por Dios, como, por ejemplo, dónde íbamos a nacer, cuáles serían nuestros padres, color de piel, entre otros.
Todo lo planificó Él, no es una coincidencia.
Asimismo, en el poema "Eres Quién Eres", de Russel
Kelfer (s.í.), hay un verso que dice:
*A quienes tienes por padres El eligió, Pese a cómo te sientas por ello, De acuerdo con Su plan los escogió, Del Maestro llevan su sello."
Ahora mismo entiendo que todo lo que viví en mi adolescencia fue con el objetivo de escribir estas líneas para ti. El Señor sabía que mis vivencias ayudarían a alguien a encontrar Su camino.
¿Has pensado acerca del propósito por el cual estás en esa familia o lo que Dios busca detrás de todo lo que has vivido? ¿Se lo has preguntado al que todo lo sabe? La mejor manera de saber cuál es el propósito de tu vida es preguntarle al que lo creó.
¿Cuáles serían las mejores interrogantes para Dios?
¿Por qué te pasa eso a ti? ¿Cuál es la enseñanza detrás de todo? No hay pregunta correcta, tú debes formular las dudas claves para ti; pero, sobre todo, espera en El, en Su respuesta.
Aunque consideres que es tarde, espera en Él.
Puede que en ese momento en el que necesitas una respuesta no escuches la voz de Dios, pero puedes acudir al plan B: la Biblia. Leerla es otra manera de escuchar la voz potente del gran Yo Soy.





