Generación de impacto
Hubo un momento en la nación de Israel, cuando la generación de sus grandes líderes fundadores había pasado a la historia.

Moisés, el hombre que vio a Dios cara a cara y libertó a Israel, ya no estaba. Josué, quien los introdujo en la Tierra Prometida, había muerto. Y vinieron sobre Israel años de gran aflicción, dolor y oscuridad porque se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que Dios había hecho por Israel. Así como fue un peligro en aquella generación, hoy también constituye un peligro que se levante en medio del pueblo de Dios una generación que no le conozca a Él. Por mucho tiempo Satanás ha querido borrar de la Iglesia el legado de las generaciones que nos precedieron y mucho más, ha tratado de borrar la obra del Espíritu Santo. Pero Dios para este tiempo ha convocado a hijos de pastores de todo el mundo para que se levante una generación que no tan solamente exhiba o defienda una herencia cultural y religiosa, sino que más allá de exhibir o defender una herencia cultural, religiosa, le experimente personalmente a Él.
Nótese que, en los tiempos señalados por el Espíritu de Dios, Él ha visitado a Su pueblo, ha manifestado Su poder y ha derramado de Su Gracia infinita. Cuando el Espíritu de Dios desciende lo natural es alterado por lo sobrenatural, nuestro mundo físico es impactado por lo espiritual. Las sociedades humanas perciben ese impacto por lo que las vidas sedientas y hambrientas son llenadas por Su glorioso Espíritu; donde había muerte, viene la vida que Dios imparte. El derramamiento del Espíritu Santo sobre cada generación suele marcar el inicio de un nuevo tiempo, indicando que se cierra una época y que se abre otra. Indicando que se termina toda mortandad espiritual, toda religiosidad vacía, toda incredulidad y que a partir de ese momento viene un despertar sobre el pueblo de Dios y multitudes vienen a los pies de Cristo para ser transformadas.
Es en ese mover del Espíritu Santo que Dios levanta hombres y mujeres, y los llena de su unción para que sacudan su generación. Es en ese mover que Dios despierta sobre ellos Su Palabra, esa Palabra de poder, de liberación y de transformación. Tal vez por algún tiempo estuvo callada, pero cuando Dios se manifiesta, esa Palabra comienza a cobrar vida y se vuelve efectiva dentro esos corazones. Ha llegado el tiempo en el que por medio de Su fuego Dios quiere revolucionar pueblos, ciudades y países. Este es el tiempo en el que Dios derrama de Su gloria una vez más y en el que Dios quiere satisfacer el anhelo del avivamiento. Viene un mover sobrenatural sobre esta generación. Los hombres y mujeres que Dios va a usar son aquellos que estén comprometidos con el poderoso Evangelio de Cristo, son gente que se sale de la comodidad y que entiende que Dios le está haciendo un llamado una vez más a la Iglesia, porque Dios no cambia. Él sigue siendo el mismo Dios de ayer, y de hoy y por los siglos de los siglos. Los tiempos cambian, pero Dios sigue siendo fiel. Generación va y generación viene, pero Él permanece para siempre.
Dios no necesita una multitud para hacer grandes cosas. La Biblia dice que Josué habló a Jehová en presencia de todo Israel: “Sol, detente en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ajalón. Y el sol se detuvo y la luna se paró, hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos... Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero” (Josué 10:12-13). Y ese día marcó un nuevo comienzo en Israel de manera que el versículo 14 dice: “Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él, habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre; porque Jehová peleaba por Israel.” Con una sola persona, con un solo hijo de pastor que clame, que doble sus rodillas, con uno solo, no importa si eres joven, si eres niño. Dios solo busca un corazón que clame delante de Su presencia, porque todavía Él está peleando por esta generación. Dios quiere encontrar en medio de esta sociedad a hijos de pastores que puedan entender los tiempos y que desde el lugar que Dios les ha puesto clamen, que alcen sus voces para que Dios avive nuestra tierra. Año tras año, generación tras generación, Dios continúa haciendo la misma pregunta que le hizo a Isaías: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” (Isaías 6:8) En la época de Isaías, Dios lo encontró a él, pero este llamado no fue solo para aquel momento, Su llamado sigue en pie hasta hoy. Es el anhelo de Dios encontrar a un hijo de pastor, a un joven que diga: Heme aquí, envíame a mí.
Aún en los momentos más difíciles, de gran apostasía, cuando Israel le daba las espaldas a Dios, Él siempre tuvo un remanente fiel. Dios sabe hacer la diferencia entre el que Le sirve y el que no Le sirve, entre el que Le teme y el que no Le teme. En una misma generación existe gente que desprecia el llamado de Dios, que tiene en poco lo que Dios le ha dado, pero en medio de esa generación de gente infiel, Dios se reserva un remanente fiel, hombres y mujeres de convicción, de principios, que saben Quién fue el que los llamó.
Es por eso que en medio de esta generación Dios quiere levantar a “los Samueles” de estos tiempos, que mientras los hijos de Elí profanan el templo, ellos están ministrando en la presencia de Dios. El Espíritu Santo levantará jóvenes como Ester, que trastornarán los planes perversos de las tinieblas y que pelearán por su nación. Dios quiere levantar esos hombres como Elías que arreglen el altar de Dios, que hagan que la gloria de Dios se vuelva a manifestar. Dios busca gente que provoque que el fuego descienda, alguien que traiga de nuevo la gloria de Dios. Es interesante que, ante las quejas del Profeta Elías, Dios le responde que todavía hay miles de hombres que no habían claudicado en la fe. Pablo, haciendo uso de la providencia divina, aplica este pasaje a su contexto histórico inmediato porque Dios siempre tiene a Su gente que no le fallará. Y para este tiempo el Espíritu Santo levantará a ese remanente de jóvenes que son reserva del cielo, que a pesar de las batallas han quedado, jóvenes que a pesar de la influencia del mundo, han permanecido.
Es en este tiempo que Dios busca hombres y mujeres que no se conformen con lo que ocurrió en el pasado. Dios está buscando alguien que Le provoque a manifestarse hoy como Lo hizo ayer. Hombres y mujeres que clamen como Habacuc: “Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. [he oído tu fama, he considerado tu obra, he visto lo que hiciste en el pasado y que clamen]: Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los [estos] tiempos hazla conocer”. (Habacuc 3:2). Aunque el contexto del libro de Habacuc nos habla del justo juicio de Dios cayendo sobre una nación apóstata, se puede utilizar la misma vehemencia con que gime el Profeta para que el fuego de Dios se prenda en nuestros altares.
Cualquiera de nosotros puede ser ese nuevo Elías, puede ser esos hombres y mujeres extraordinarios de los que esta tierra ya tuvo. El Espíritu Santo está buscando esos verdaderos hombres de Dios, de la talla de los que exhibe Hebreos 11: hombres que el mundo no era digno de ellos. Según el escritor sagrado estos hombres conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, se hicieron fuertes en batalla. Pero también nos dice de ellos que fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada. Estaban tan comprometidos con el llamado de Dios que, aunque no recibieron lo prometido, continuaron creyendo y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos.
Nótese que el escritor dice que, estos héroes y heroínas de la fe, aunque alcanzaron buen testimonio, no recibieron lo prometido porque Dios teniéndonos en cuenta a nosotros, nos había reservado algo mejor y esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta aparte de nosotros. Dios nos ha llamado a cumplir Su propósito en nuestra generación. A algunos les costará más que a otros. Unos, como Abraham, tendrán que dejar su patria, otros tendrán que enfrentarse a enemigos temibles y otros tendrán que enfrentar un horno de fuego ardiendo, pero la recompensa y la gloria serán gratificantes para todos. Nadie ha dicho que será fácil, pero Dios nos ha dejado al Consolador para que nos ayude en nuestro peregrinaje terrenal.
La relación de Dios con Su pueblo no suele marcar un movimiento rectilíneo uniforme, o sea, hay altos y bajos, éxitos y fracasos, momentos de giros bruscos, pero también de estatismo y monotonía. Hace casi medio milenio la cristiandad celebró la Reforma Protestante, movimiento que dio origen a la Europa moderna. No se tardaron las sociedades alemanas en contraatacar con su teoría básicamente humanista, ateísta y modernista, pero Dios siempre tuvo un remanente fiel. Hombres y mujeres de la talla de John Wesley, Williams Seymour, Evans Roberts y Kathryn Kuhlman, son ejemplo de ello. El mundo de esa generación fue sacudido por el poder de Dios y el legado que ellos han dejado hasta hoy hace temblar al infierno. A través de estos grandes hombres y mujeres de Dios, ciudades y comunidades enteras fueron impactadas y vivieron un gran avivamiento.
En 1904 un jovencito minero de 22 años llamado Evans Roberts, recordó que Dios había prometido un gran Avivamiento sobre su ciudad y él pidió a Dios por 100,000 almas. Al cabo de seis semanas todo Gales estaba bajo el fuego de Dios. La gente estaba llorando en las calles a las 3 de la mañana, según el Espíritu de Dios los tocaba. Durante el avivamiento de Gales, los establecimientos de bebidas alcohólicas y las apuestas se cerraron, los teatros cerraron por la baja asistencia. Los partidos de fútbol no tenían ni jugadores ni aficionados en las tribunas, el comercio cerraba más temprano. Las barreras doctrinales cayeron mientras los cristianos de todas las denominaciones adoraban juntos. La Sociedad Bíblica no lograba satisfacer todas las peticiones de Biblias. Los túneles oscuros se hicieron eco de los sonidos de las oraciones e himnos. La criminalidad cayó, la policía informó que no tenía nada que hacer, más allá de supervisar el ir y venir de la gente a las reuniones de oración de la capilla. Los cultos de avivamiento de Gales no tenían publicidad pagada, pero una sociedad entera fue transformada por el poder de Dios.
Ahora ya no están esos hombres, Moisés no está. Pedro, Pablo, ellos ya no están más aquí en la tierra. Los avivamientos del pasado ya pasaron, estos hombres y mujeres que Dios usó ya no están más. Pero, así como el Espíritu de Dios en las generaciones que nos antecedieron levantó a estos grandes siervos de Dios, y todos ellos eran una llama que ardía, eran antorchas encendidas por el fuego de Dios, así también en este tiempo Dios quiere levantar una juventud, una generación de hijos de pastores apasionados por Su Presencia. Dios quiere que el fuego de Elías vuelva arder en los altares.
Hijo de pastor, Dios quiere que cumplas tu propósito, hay muchos de nuestro ejército que han caído en medio de la batalla, muchos han quedado a la orilla del camino. Tal vez sientes que en tu juventud le has fallado a Dios, o tal vez como hijo de pastor le fallaste a Dios, decepcionante a tus padres y a las personas que te aman. Tal vez, como David, estabas en el lugar equivocado, con la persona equivocada y le fallaste a Dios. Pero el Espíritu de Dios levantará jóvenes en este tiempo que tocarán el corazón del Padre con un espíritu humillado y quebrantado. Porque el avivamiento casi nunca ha salido del gozo, ni de la alegría, el avivamiento suele venir cuando gemimos por haber dejado la presencia de Dios. Pero Dios cuenta en este tiempo con cada hijo de pastor, Dios cuenta contigo, porque Él ha depositado algo en ti que te hace especial y diferente. Nos ha puesto para que sigamos el legado de nuestros padres y para que extendamos el Reino de Dios en esta generación.
“No importa qué tipo de vasija hayas sido hasta hoy, porque un toque del Alfarero divino te puede transformar en un instante en vasijas de honra y de poder. Dios convirtió a simples pescadores en transformadores del mundo, y a odiados recaudadores de impuestos en hombres que caminaban bajo el poder y la unción de Dios. Como el Pastor Tommy Tenny dijo:
Hoy, Dios nos hace un llamado, hay una pregunta que debe latir con fuerza en nuestro corazón y es: ¿qué clase de generación queremos ser? Seremos como la generación que se levantó después de Josué que no conoció a Dios, o como la generación de esos grandes hombres de la Biblia y del pasado. ¿Seremos como las generaciones que no conocieron al Espíritu Santo y a Su obra, o seremos una generación de impacto, de la que Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos?
A diferencia de muchos otros libros del Nuevo Testamento, el libro de los Hechos no tiene una conclusión formal. El libro tenía que llegar a su fin, como también aquella primera generación había llegado al suyo, pero simplemente se termina sin más, indicando que hay otros hechos del Espíritu Santo que iban a ocurrir, pero que serían vividos por otras generaciones. Y los hechos de nuestro Señor Jesucristo a través del Espíritu Santo no se detuvieron, continuaron en el II y en el III siglo. Y más aún continúan hoy dondequiera que el pueblo de Dios se reúna con el ardiente anhelo de ser lleno de Su presencia. Y es el anhelo del corazón de Dios que esta generación de hijos de pastores forme parte de los Hechos extraordinarios del Espíritu Santo.
“Dios espera ser atrapado, justamente por alguien cuya hambre por Su presencia excede su capacidad de alcanzarlo.” - Pastor Tommy Tenny





